Un gallo tucumano persiguió en sus sueños a Jorge Luis Borges desde su juventud. Así lo contó en la entrevista que LA GACETA le realizó en mayo de 1978, durante la visita de cuatro días a Tucumán. El escritor había venido a dar conferencias en 1950, 1964 y 1969. “Una vez vine con mi madre”, memoró ante el periodista. Dijo que cierto reloj, que tenía un gallo en su parte superior y servía de promoción para una vieja relojería de la calle Maipú al 400 le había parecido “monstruoso”, tanto que “esa noche tuve sueños alucinantes -dijo- como todavía los tengo a menudo. Tucumán es así causa de mis pesadillas, porque sigo soñando que el reloj está vivo”.

La historia del gallo fue recobrada años después en la nota “El gallo tucumano que persiguió a Borges en sus sueños” (LA GACETA, 28/03/2012) y eso motivó dos cartas de familiares de Orsini Hugo Fabio, dueño de la relojería de Maipú 416, en cuyo cartel, con reloj, estaba el gallo. La relojería funcionó hasta mediados de los años 60. Hoy hay una casa de audio en ese lugar.

Un nieto de Fabio es José Luis Avignone, quien nos cedió esta foto del cartel, que, estimamos, es de fines de los años 20. “Lamento que esas pesadillas lo hayan perseguido (a Borges); a mí me persigue hasta hoy como un grato recuerdo de mi infancia y adolescencia”, dijo Avignone en la carta.

Recuerdos fotográficos: 1978. Borges firma ejemplares en una librería tucumana

Otra nieta, Graciela Inés Fabio, contó que al salir de la escuela Sarmiento visitaba a sus abuelos y al dar la vuelta desde San Juan hacia Maipú “con solo levantar la vista y divisar el cartel de hojalata donde la silueta de un gallo promocionaba orgulloso la relojería de mi nono... nos anunciaba una pronta llegada al lugar donde nos hacían sentir protegidas, cuidadas, amadas”.

Añadía que ese gallo “monstruoso” para Borges “para nosotros (era) sinónimo de familia, orgullo y felicidad”. “Ese gallo sigue dando que hablar; no pasó inadvertido ni en aquel entonces ni ahora. Marcó la infancia de un erudito y la mía”.